El fresco no se hizo esperar esa noche y aun con la humedad en el aire y el olor a tierra mojada fuí avanzando poco a poco en el mar de gente que se conglomeraba como cada año en la plaza mas amplia del pueblo, que, aun sin estar acondicionada para las mismas siempre recibía las fiestas de fin de año. esta en particular no resaltaba demasiado, era el mismo conjunto de puestos de distinta índole, desde los juegos de canicas, en los que podías sacarte todo tipo de chucheras de plástico, alcancías o incluso alguno que otro juguete tradicional, también estaba el juego de lotería con tablas de madera y el techo a reventar de trastes para cocina colgados con ganchos de alambre. Variedad de puestos con antojos; desde papas hasta churros e incluso puestos de tacos, todo en su respectivo sitio con algunas excepciones de novedades que iban llegando, también estaban los puestos de dulces artesanales que llamaban mas insectos que otra cosa, y montones y montones de puestos de triques chinos. las atracciones mecánicas eran siempre las mismas, o al menos su equivalente por que cambiaban de nombre y apariencia cada año sin dejar de ser la misma cosa, carruseles, "dragones", "coronas" y carritos chocones que no faltaban mas de tres dispersos por toda la feria.
El bullicio y los distintos aroman de las fritangas y los perfumes que la gente se ponía para lucir en el sitio se mezclaba con el viento frió de las noches de diciembre, ademas de una lluvia fuera de tiempo que esa mañana había sorprendido a los comerciantes de la feria, le ponía humedad al asunto.
Era sin duda una situación que me conocía de memoria pero algo había de distinto esa noche por que nunca fue de nuevo algo como lo había sido asta entonces. Yo me encontraba hiperexaltado, esa familiar combinación de aromas que cada año me abordaban con confianza de amigos y me hacía recordar año tras año. Esta ves tenia aroma a veneno, a anís quemado, a rosas y a azufre que enrarecían el ambiente y distorsionaban mis sentidos, era una microhipnosis que me envolvía y me controlaba pero sin sacarme de ambiente, como un estado particular de la conciencia algo así como un modo actuacion; como si en el momento pasara a interpretar mi propio papel de persona a modo de extraño de mi mismo. Deje de estar en la feria de mi pueblo como cada año y me encontré vacío en un mar de gente, en quien sabe donde de el mundo, volando como un pez en una parvada de aves que lo miran como a una ave mas.
Él aroma venia de un pequeño puesto un tanto mal ubicado, casi en el fondo de la alameda y bastante lejos de bullicio. el armazón no era el común de los puestos de feria, parecía una mezcla atípica entre una pequeña carpa de circo, amarres comunes de feria y un mucho de improvisación.
me seguía moviendo entre la gente, el olor cada ves mas intenso me potenciaba la hipnosis, resultaba ominoso, parecía una premonición del pasado en la que se señalaba el encuentro con dicho sitio y resultara tan sobrecogedora mente fascinante que dejara en mi un deseo ineludible, pero al mismo tiempo me resultara tan angustiosa y aterradora que mi inconsciente, en afán de evitar el derrumbe de mi frágil funcionalidad y con esto la incapacidad de arribar al encuentro me hiciera olvidarlo o al menos hacerme creerlo y así permitirme continuar con mi vida como si nada. Cerca no había personas conocidas y las pocas que pasaban no se molestaban ni en girar la cabeza ¿sera que soy el único al que le resulta tan curioso el sitio? o ¿seré el único que lo ve? esta ultima pregunta me la plantee de mi lado romántico, por que estaba consiente de sobra que era una tontería pero en el momento no tenia completo uso de razón y me saltaban pensamientos que desde la niñees no se me presentaban.Ya cerca de la pequeña entrada que muy apenas rebasaba mi altura pero por ser una persona pequeña, alguien de media estatura tendría que agacharse para entrar, había un pequeño cartel que anunciaba lectura de cartas.
Ese año yo me encontraba disfrutando de las ultimas vacaciones de la preparatoria, tan solo faltaba unos cuantos papeleos y listo, todo estaba bien para la universidad. aun con mi desempeño medio pude entrar a la carrera que había escogido y uno que otro compañero también estaba en la misma, yo no era de muy afín salir con amigos y no me preocupaba demasiado la distancia creciente entre los pocos que tenia, me conformaba con pasear al perro de ves en cuando y una que otra reunión, pero ese día estaba solo, caminando entre el bullicio mas por costumbre que por gusto.
La entrada la cubrían unas cortinas echas de cuentas de madera y semillas y formaban la figura de una flor que vista desde la izquierda era blanca pero de la derecha era negra, estaban un tanto gastadas como si ya tuvieran unos años de uso. Yo temblaba en la puerta, sin decidirme si entrar o irme y fingir que nada extraño estaba pasando. Ya me e topado con esta situación con anterioridad, algo extraño que me causaba pavor pero al mismo tiempo me intrigaba y atraía, como el hechizo de una una sirena a un marinero a la deriva, que si bien sabe que la dama del mar es la mensajera de la muerte, le sigue, pues en su bote sin remos no le queda de otra que enfrentar a la locura y el hambre con sus igual de hambrientos y locos compañeros.Ese día no pude resistir y retirarme, deje que la sirena me arrastrase hacia el abismo.
Al entrar, tras el sonido de las piezas de la cortina, escuche la quietud de la habitación, era tan profunda que el crujir de mis zapatos parecía producir eco, de repente la atmósfera se volvió pesada, aprisionarte, como si ya no estuviera en mi elección el irme o quedarme. La carpa estaba dividida en dos; una era el recibidor con cojines remendados multicolor que servían de asiento a una mesita de madera sin barnizar que parecía hecha por manos inexpertas, la otra parte, separada por telas violeta rijosas, parecía a la vista la estancia del tarotista y de ella nacía el embriagante aroma el anís quemado y azufre, que, a juzgar por el humo, venia de una especie de incienso en un bol tapado con un pequeño respiradero que permitía la combustión.
El hedor parecía mas de laboratorio de alquimista que de otra cosa por que para nada resultaba relajante mas bien era nauseabundo e irritante, como si la intención fuera la de provocar incomodidad. El ruido de la cortina dio aviso de mi presencia y de la parte oculta por las cortinas salio una señorita que parecía ser por mucho uno o dos años mayor que yo si acaso, notar la edad de las personas no cuenta entre mis habilidades. Mas que verle el rostro lo primero que percibí de de ella fue una vos ronca pero ligera que para nada corresponda con su figura; delgada y no muy alta con un cabello rojizo encrespado recién sujetado por unas pinzas, llevaba puesto un vestido largo y plano y por encima un suéter negro que no iba acorde con ella o el ambiente del sitio y quizá era por el fresco de la noche. Esa vos fuerte, pero a la ves amable y tranquilizadora sonó firme pero sin producir eco en el silencio de la tienda;
— ¿Estas buscando el amor?¿ estas buscando algo en particular de tu futuro? o ¿solo quiere saber tu suerte? — pregunto sin siquiera verme a los ojos.
Yo, que no podía salir del trance que me había traído al sitio, me quede parado en silencio frente a la chica que tomaba asiento y sacaba de entre una cajonera que tenia al otro lado de las cortinas de tela un mazo de cartas del tarot. Parecían gastadas y sin mucha decoración, con un estilo distinto a cualquiera que hubiera visto antes.
Todo el asunto resultaba risible ante los ojos de cualquier persona pero algo en mi parecía estar de acuerdo, yo, o al menos algo en mi esperaba el encuentro. Su cabello comenzó a zigzaguea, cada punto parecía haber adquirido vida propia, se entrelazaban entre si algunos creaban torbellinos que no paraban de girar otros se movían al azar sin seguir ninguna coherencia, de pronto su rostro se torno pálido tanto así que podía notar todos sus vasos sanguíneos y hasta podía ver sus pulsaciones que escalaban a frecuencias extremas. Nada de esto me parecía extraño o poco común, me resultaba mas familiar y confortante aun que mi estado común de vigilia, ella movía la boca como diciendo algo que yo no escuchaba, de hecho no escuchaba nada, nunca antes en mi vida había experimentado la falta de sonido aun en completo silencio mi mente se encargaba de recordarme las canciones que había escuchado ese día, a mi profesor y sus recurrentes muletillas, o incluso a mi propia persona narrando ideas e ilusiones fantasiosas. Pero en ese momento mi mente no hablaba y mi inconsciente no repetía las canciones del día mi mente había olvidado lo que era el sonido y su significado, la mujer me miraba fijamente a los ojos y los suyos se hacían largos y profundos, y sus tonos cambiaban a cada rato, incluso su morfología a veces parecía la de un gato y otras tantas la de un loro, deje de ver sus ojos y mire fijamente a sus labios que en ese momento parecían carnosos y suaves y palpitaban al ritmo de su pulso. De repente volví a escuchar, todos mis recuerdos de todo lo que había escuchado hasta entonces regresaron a mi de golpe pero de una forma tan suave que amenazaba con eliminar el recuerdo de mi lapsus sin sonido, regresaron a su sitio tan familiar como siempre, el sonido de una vos, el viento en la tienda, el bullicio a lo lejos, mi propio llanto de infante, la vos de algunos parientes muertos también recordé, el sonido del viejo auto de mi padre, la narración completa de un viejo comercial de refrescos en la televisión de cuando tenia 6 años, el ruido del rose de las calcetas de mi primera novia y no solo esos sino todos, todo lo que había escuchado y que luego, como sucedió normalmente con los años como la primera ves, los fui olvidando.
El golpe de recuerdos me regreso un poco de conciencia, note que el bullicio no perecía ta fuerte como cuando había entrado y el sitio estaba notoriamente mas frió, moví mas por costumbre que por intención el brazo para revisar la hora pero no habían pasado mas de 3 minutos, de repente los sonido empezaron a desaparecer, esta ves no de golpe como al principio sino de uno en uno, primero el bullicio, después el rose de mis zapatos con el suelo y por ultimo la vos d la mujer que por desgracia no había prestado atención en el pequeño momento que tuve algo de razón. Sin dejar de ver fijamente al reloj de pulsera los números comenzaron a acelerarse pero no importaba, pronto se normalizaban para después volver a acelerar e incluso distorsionándose, juraría que llegaban a formar palabras que no podrían entrar en los dígitos de un reloj común, a veces incluso retrocedían. Todo este lapsus me pareció una vida entera o bueno, mas que los 19 años que tenia entonces, De repente recordé que no estaba solo, deje de mirar mi reloj de pulsera y moví la vista hacia cualquier parte, buscando a esa mujer de los cabellos como tormenta, la verdad no recordaba en que parte de la habitación estaba ella pero después de girar sin sentido el cuello logre dar con uno de sus mechones de cabello, seguían revoloteando sin sentido, moví mi vista hasta sus ojos que parecían mas quietos que la ves anterior y sin tener en mente nada en particular, estire el brazo derecho y toque su rostro, casi acariciando su pelo y su ojo. Desliase mi brazo hasta su mentón, ella me miraba fija sin parpadear, por un momento, toda mi vida dependió de esa mirada, mi mente destrozada encontraba en esa profunda observación el propósito de mi existencia. Ella tomo sus cartas de la mesa, las había ordenado de la forma que habitualmente usaba para leer a las personas, y me las mostro directamente a la cara sin preocuparse del orden o de que si estaban de frente o de espalda las sostuvo en una maraña sin forma, sujetadas de manera apresurada sin prestar atencion a que algunas (la gran mayoría) cayeron al suelo. solté su rostro y tome una carta; era el Loco
El bullicio y los distintos aroman de las fritangas y los perfumes que la gente se ponía para lucir en el sitio se mezclaba con el viento frió de las noches de diciembre, ademas de una lluvia fuera de tiempo que esa mañana había sorprendido a los comerciantes de la feria, le ponía humedad al asunto.
Era sin duda una situación que me conocía de memoria pero algo había de distinto esa noche por que nunca fue de nuevo algo como lo había sido asta entonces. Yo me encontraba hiperexaltado, esa familiar combinación de aromas que cada año me abordaban con confianza de amigos y me hacía recordar año tras año. Esta ves tenia aroma a veneno, a anís quemado, a rosas y a azufre que enrarecían el ambiente y distorsionaban mis sentidos, era una microhipnosis que me envolvía y me controlaba pero sin sacarme de ambiente, como un estado particular de la conciencia algo así como un modo actuacion; como si en el momento pasara a interpretar mi propio papel de persona a modo de extraño de mi mismo. Deje de estar en la feria de mi pueblo como cada año y me encontré vacío en un mar de gente, en quien sabe donde de el mundo, volando como un pez en una parvada de aves que lo miran como a una ave mas.
Él aroma venia de un pequeño puesto un tanto mal ubicado, casi en el fondo de la alameda y bastante lejos de bullicio. el armazón no era el común de los puestos de feria, parecía una mezcla atípica entre una pequeña carpa de circo, amarres comunes de feria y un mucho de improvisación.
me seguía moviendo entre la gente, el olor cada ves mas intenso me potenciaba la hipnosis, resultaba ominoso, parecía una premonición del pasado en la que se señalaba el encuentro con dicho sitio y resultara tan sobrecogedora mente fascinante que dejara en mi un deseo ineludible, pero al mismo tiempo me resultara tan angustiosa y aterradora que mi inconsciente, en afán de evitar el derrumbe de mi frágil funcionalidad y con esto la incapacidad de arribar al encuentro me hiciera olvidarlo o al menos hacerme creerlo y así permitirme continuar con mi vida como si nada. Cerca no había personas conocidas y las pocas que pasaban no se molestaban ni en girar la cabeza ¿sera que soy el único al que le resulta tan curioso el sitio? o ¿seré el único que lo ve? esta ultima pregunta me la plantee de mi lado romántico, por que estaba consiente de sobra que era una tontería pero en el momento no tenia completo uso de razón y me saltaban pensamientos que desde la niñees no se me presentaban.Ya cerca de la pequeña entrada que muy apenas rebasaba mi altura pero por ser una persona pequeña, alguien de media estatura tendría que agacharse para entrar, había un pequeño cartel que anunciaba lectura de cartas.
Ese año yo me encontraba disfrutando de las ultimas vacaciones de la preparatoria, tan solo faltaba unos cuantos papeleos y listo, todo estaba bien para la universidad. aun con mi desempeño medio pude entrar a la carrera que había escogido y uno que otro compañero también estaba en la misma, yo no era de muy afín salir con amigos y no me preocupaba demasiado la distancia creciente entre los pocos que tenia, me conformaba con pasear al perro de ves en cuando y una que otra reunión, pero ese día estaba solo, caminando entre el bullicio mas por costumbre que por gusto.
La entrada la cubrían unas cortinas echas de cuentas de madera y semillas y formaban la figura de una flor que vista desde la izquierda era blanca pero de la derecha era negra, estaban un tanto gastadas como si ya tuvieran unos años de uso. Yo temblaba en la puerta, sin decidirme si entrar o irme y fingir que nada extraño estaba pasando. Ya me e topado con esta situación con anterioridad, algo extraño que me causaba pavor pero al mismo tiempo me intrigaba y atraía, como el hechizo de una una sirena a un marinero a la deriva, que si bien sabe que la dama del mar es la mensajera de la muerte, le sigue, pues en su bote sin remos no le queda de otra que enfrentar a la locura y el hambre con sus igual de hambrientos y locos compañeros.Ese día no pude resistir y retirarme, deje que la sirena me arrastrase hacia el abismo.
Al entrar, tras el sonido de las piezas de la cortina, escuche la quietud de la habitación, era tan profunda que el crujir de mis zapatos parecía producir eco, de repente la atmósfera se volvió pesada, aprisionarte, como si ya no estuviera en mi elección el irme o quedarme. La carpa estaba dividida en dos; una era el recibidor con cojines remendados multicolor que servían de asiento a una mesita de madera sin barnizar que parecía hecha por manos inexpertas, la otra parte, separada por telas violeta rijosas, parecía a la vista la estancia del tarotista y de ella nacía el embriagante aroma el anís quemado y azufre, que, a juzgar por el humo, venia de una especie de incienso en un bol tapado con un pequeño respiradero que permitía la combustión.
El hedor parecía mas de laboratorio de alquimista que de otra cosa por que para nada resultaba relajante mas bien era nauseabundo e irritante, como si la intención fuera la de provocar incomodidad. El ruido de la cortina dio aviso de mi presencia y de la parte oculta por las cortinas salio una señorita que parecía ser por mucho uno o dos años mayor que yo si acaso, notar la edad de las personas no cuenta entre mis habilidades. Mas que verle el rostro lo primero que percibí de de ella fue una vos ronca pero ligera que para nada corresponda con su figura; delgada y no muy alta con un cabello rojizo encrespado recién sujetado por unas pinzas, llevaba puesto un vestido largo y plano y por encima un suéter negro que no iba acorde con ella o el ambiente del sitio y quizá era por el fresco de la noche. Esa vos fuerte, pero a la ves amable y tranquilizadora sonó firme pero sin producir eco en el silencio de la tienda;
— ¿Estas buscando el amor?¿ estas buscando algo en particular de tu futuro? o ¿solo quiere saber tu suerte? — pregunto sin siquiera verme a los ojos.
Yo, que no podía salir del trance que me había traído al sitio, me quede parado en silencio frente a la chica que tomaba asiento y sacaba de entre una cajonera que tenia al otro lado de las cortinas de tela un mazo de cartas del tarot. Parecían gastadas y sin mucha decoración, con un estilo distinto a cualquiera que hubiera visto antes.
Todo el asunto resultaba risible ante los ojos de cualquier persona pero algo en mi parecía estar de acuerdo, yo, o al menos algo en mi esperaba el encuentro. Su cabello comenzó a zigzaguea, cada punto parecía haber adquirido vida propia, se entrelazaban entre si algunos creaban torbellinos que no paraban de girar otros se movían al azar sin seguir ninguna coherencia, de pronto su rostro se torno pálido tanto así que podía notar todos sus vasos sanguíneos y hasta podía ver sus pulsaciones que escalaban a frecuencias extremas. Nada de esto me parecía extraño o poco común, me resultaba mas familiar y confortante aun que mi estado común de vigilia, ella movía la boca como diciendo algo que yo no escuchaba, de hecho no escuchaba nada, nunca antes en mi vida había experimentado la falta de sonido aun en completo silencio mi mente se encargaba de recordarme las canciones que había escuchado ese día, a mi profesor y sus recurrentes muletillas, o incluso a mi propia persona narrando ideas e ilusiones fantasiosas. Pero en ese momento mi mente no hablaba y mi inconsciente no repetía las canciones del día mi mente había olvidado lo que era el sonido y su significado, la mujer me miraba fijamente a los ojos y los suyos se hacían largos y profundos, y sus tonos cambiaban a cada rato, incluso su morfología a veces parecía la de un gato y otras tantas la de un loro, deje de ver sus ojos y mire fijamente a sus labios que en ese momento parecían carnosos y suaves y palpitaban al ritmo de su pulso. De repente volví a escuchar, todos mis recuerdos de todo lo que había escuchado hasta entonces regresaron a mi de golpe pero de una forma tan suave que amenazaba con eliminar el recuerdo de mi lapsus sin sonido, regresaron a su sitio tan familiar como siempre, el sonido de una vos, el viento en la tienda, el bullicio a lo lejos, mi propio llanto de infante, la vos de algunos parientes muertos también recordé, el sonido del viejo auto de mi padre, la narración completa de un viejo comercial de refrescos en la televisión de cuando tenia 6 años, el ruido del rose de las calcetas de mi primera novia y no solo esos sino todos, todo lo que había escuchado y que luego, como sucedió normalmente con los años como la primera ves, los fui olvidando.
El golpe de recuerdos me regreso un poco de conciencia, note que el bullicio no perecía ta fuerte como cuando había entrado y el sitio estaba notoriamente mas frió, moví mas por costumbre que por intención el brazo para revisar la hora pero no habían pasado mas de 3 minutos, de repente los sonido empezaron a desaparecer, esta ves no de golpe como al principio sino de uno en uno, primero el bullicio, después el rose de mis zapatos con el suelo y por ultimo la vos d la mujer que por desgracia no había prestado atención en el pequeño momento que tuve algo de razón. Sin dejar de ver fijamente al reloj de pulsera los números comenzaron a acelerarse pero no importaba, pronto se normalizaban para después volver a acelerar e incluso distorsionándose, juraría que llegaban a formar palabras que no podrían entrar en los dígitos de un reloj común, a veces incluso retrocedían. Todo este lapsus me pareció una vida entera o bueno, mas que los 19 años que tenia entonces, De repente recordé que no estaba solo, deje de mirar mi reloj de pulsera y moví la vista hacia cualquier parte, buscando a esa mujer de los cabellos como tormenta, la verdad no recordaba en que parte de la habitación estaba ella pero después de girar sin sentido el cuello logre dar con uno de sus mechones de cabello, seguían revoloteando sin sentido, moví mi vista hasta sus ojos que parecían mas quietos que la ves anterior y sin tener en mente nada en particular, estire el brazo derecho y toque su rostro, casi acariciando su pelo y su ojo. Desliase mi brazo hasta su mentón, ella me miraba fija sin parpadear, por un momento, toda mi vida dependió de esa mirada, mi mente destrozada encontraba en esa profunda observación el propósito de mi existencia. Ella tomo sus cartas de la mesa, las había ordenado de la forma que habitualmente usaba para leer a las personas, y me las mostro directamente a la cara sin preocuparse del orden o de que si estaban de frente o de espalda las sostuvo en una maraña sin forma, sujetadas de manera apresurada sin prestar atencion a que algunas (la gran mayoría) cayeron al suelo. solté su rostro y tome una carta; era el Loco